El sonido
de la puerta abriéndose sobresaltó a G.O y el corazón estuvo a
punto de detenerse cuando divisó esa cabellera color vino tinto.
Entraba sin hacer ruido, inclinándose a modo de agradecimiento a la
persona que lo trajo y finalmente dándose vuelta para mirarlo. Se
levantó de un salto. Una vez que estuvieron frente a frente, G.O
pudo apreciar mejor las facciones del otro. Desde el cabello sedoso,
la piel absolutamente clara, salvo debajo de los ojos, donde unas
ojeras acompañaban esas hermosas orbes perfectamente adornadas por
unas pestañas largas. Quería estirar la mano y tocarlas, pero eso
sería apresurarse. Y él quería tomar con calma la situación,
estudiar el ambiente antes de hacer un movimiento. El sonido de un
carraspeo lo sacó de sus pensamientos.
- Así
que tú eres el famoso cantante de baladas -.
- Podría
decirse que sí – sonrió con falsa modestia - ¿Cómo te llamas? -.
- Yang Seungho
– le extendió la mano como estaba acostumbrado cuando se
encontraba con socios, simple etiqueta social.
-
Entonces te gusta mi música – sonrió complacido mientras le
estrechaba la mano.
- Hoy fue
la primera vez que la escuché – dijo con sinceridad – pero
investigué un poco antes de venir y me dieron referencias -.
- Fue una
casualidad el que vinieras al show... - trataba de no sentirse
decepcionado al respecto. Si al menos fuera un fan, todo sería un
poco más sencillo. Se sentó.
- Me
invitaron – se encogió de hombros mientras se ponía cómodo en
una silla.
- Una
persona muy interesada – recordó al joven que venía con él.
- Una
cita -.
-
¿Romántica? -.
- Tal vez
– respondió vagamente.
- La
persona que te invitó estaba pensando en algo romántico, te lo
puedo asegurar – se cruzó de brazos.
- ¿Por
qué lo dices? - enarcó una ceja.
- Cada
vez que hago un concierto íntimo como este, noto cierto
comportamiento. A medida que va avanzando la noche, la distancia
entre los ocupantes de cada mesa tiende a acortarse. Digamos que mis
canciones generan predisposición a que la gente se sienta afectuosa – sonrió de lado.
- ¿Sucede
muy a menudo? -.
- La
mayoría de las veces. Las personas que invitan a alguien a verme,
están pensando en obtener algo amoroso a cambio -.
- ¿Y
cómo estás tan seguro? -.
- Cartas
de fans agradecidos – respondió como si se tratara de una verdad universal. Buscó una botella de agua y tomó un sorbo.
Estaba dando muchas vueltas para intentar averiguar el papel que
jugaba el acompañante. Decidió ser más directo – Ahora me
gustaría saber, ¿por qué aceptaste venir? -.
- ¿Por
qué me dejaste una nota? - contraatacó.
- Un
servicio especial para la mesa central – mintió.
-
Entonces debí haber venido con mi cita – se levantó del asiento.
- Gracias
por aclarar mi duda inicial -.
- ¿Cuál?
- sonaba intrigado.
- Estabas
teniendo una cita romántica – se levantó de su asiento –, no debí separarte de la persona con la que viniste -. Sea lo que sea que haya interpretado, resultó erróneo.
- No es eso – desvió la mirada y se mordió el labio pensativo. Si lo que decía era cierto,
Thunder lo estaría esperando para cerrar otro tipo de negocio. Uno
que no estaba seguro, las pérdidas podían ser mayores a las ganancias. Sintió una vibración en el
bolsillo. Sacó el celular y se encontró con dos mensajes nuevos –.
Aguarda un momento – le pidió mientras abría la bandeja de
mensajes. El primero era de su padre, confirmando el trato. El
segundo lo hizo fruncir el ceño. Thunder se excusaba porque debía
cumplir con un compromiso pero lo esperaba en cierta dirección en un
par de horas, para poder continuar con la cita. Sin perder un minuto se dispuso a buscarla, sólo para
apretar el puño ¿Un hotel? ¿Era en serio? Miró al cantante que lo
observaba curioso ¿Cuál de las dos propuestas debía tomar?
- ¿Ocurre
algún problema? - preguntó G.O luego de ver al otro frunciendo el
ceño.
- Nada –
guardó el celular y lo miró – Mi cita acaba de irse - se encogió de hombros - Entonces, ¿cuál es el servicio
especial que me gané por estar en esa mesa? -.
G.O lo
miró sorprendido pero se recuperó casi al instante. Algo le decía
que la suerte estaba por sonreírle. Se levantó de su asiento y fue
derecho al hombre que lo miraba con curiosidad y un tinte de
picardía. Seungho iba a tener el mejor recital al oído que podía proporcionar. Y si todo
marchaba bien, su voz no iba a ser la única que alcanzara niveles
insospechados.
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